domingo, 23 de octubre de 2011

DÍA DE LAS BIBLIOTECAS



Sin bibliotecas, ¿qué nos quedaría?; no tendríamos pasado ni futuro.

Ray Bradbury



EL HOMBRE QUE APRENDIÓ A LADRAR
Cuento de Mario Benedetti

Lo cierto que fueron años de arduo y pragmático aprendizaje con lapsos de desaliento en los que estaba a punto de desistir¨Pero al fin triunfó la perseverancia y Raimundo, aprendió a ladrar. No a imitar ladridos, como suelen hacerlo algunos chistosos o que se creen tales, sino verdaderamente a ladrar. ¿Qué lo había impulsado a ese adiestramiento? Ante sus amigos se autoflagelaba con humor : "La verdad, es que ladro para no llorar". Sin embargo, la razón más valedera era su amor casi franciscano hacia sus hermanos perros. Amor es comunicación. ¿Cómo amar entonces sin comunicarse?.
Para Raimundo representó un día de gloria cuando su ladrido fue por fin comprendido por Leo, su hermano perro, y (algo más extraordinario aún) él comprendió el ladrido de Leo. A partir de ese día Raimundo y Leo se tendían, por lo general, en los atardeceres, bajo la glorieta y dialogaban sobre temas generales. A pesar de su amor por los hermanos perros, Raimundo núnca había imaginado que Leo tuviera tan sagaz visión del mundo.
Por fin, una tarde se animó a preguntarle, en varios sobrios ladridos:
"Dime, Leo, con toda franqueza, ¿qué opinas de mi forma de ladrar?". La respuesta de Leo fue bastante escueta y sincera: "Yo diría que lo haces bastante bien, pero tendrías que mejorar. Cuando ladras, todavía se te nota el acento humano".