domingo, 18 de diciembre de 2011

ME GUSTA LEER

PUEDO ESCRIBIR LOS VERSOS MÁS TRISTES. Pablo Neruda

Hoy os dejo este conocido poema del escritor chileno  Pablo Neruda (1904-1973). En la voz de Alex Ubago suena así de bien.



Veinte poemas de amor y una canción desesperada


Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

Escribir, por ejemplo: "La noche esta estrellada, 
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos". 

El viento de la noche gira en el cielo y canta. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. 
La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 

Ella me quiso, a veces yo también la quería. 
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. 
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. 

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 
La noche está estrellada y ella no está conmigo. 

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Como para acercarla mi mirada la busca. 
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. 
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, 
mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, 
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


domingo, 4 de diciembre de 2011

LA CIUDAD DE ESTOCOLMO. (cuento)

¿Quién quiere comprar la ciudad de Estocolmo?



En el mercado de Gavirate hay a veces unos hombrecillos que venden de todo, y son tan buenos vendedores que sería difícil encontrar otros mejores. 

Un viernes llegó un hombrecillo que vendía cosas raras: el Montblanc, el océano Índico, los mares de la Luna, y era tan buen charlatán que al cabo de una hora sólo le quedaba la ciudad de Estocolmo.

La compró un barbero, a cambio de un corte de pelo con fricción. El barbero colgó entre dos espejos el certificado que decía: Propietario de la ciudad de Estocolmo, y lo mostraba orgulloso a los clientes, respondiendo a todas sus preguntas. 

- Es una ciudad de Suecia; es más, es la capital.

- Tiene casi un millón de habitantes y, naturalmente, todos me pertenecen. 

- También tiene mar, claro, pero no sé de quién es. 

El barbero fue ahorrando poco a poco, y el año pasado marchó a Suecia a visitar su propiedad. La ciudad de Estocolmo le pareció maravillosa, y los suecos, amabilísimos. Estos no entendían ni una palabra de lo que él decía, y él no entendía ni media palabra de lo que le respondían. 

- Soy el dueño de la ciudad, ¿lo sabíais, o no? ¿Os lo han comunicado? 

Los suecos sonreían y decían que sí, porque no lo entendían pero era amables, y el barbero se frotaba las manos muy contento:

- ¡Una ciudad tan grande por un corte de pelo y una fricción! Verdaderamente, la he comprado a buen precio. 

Pero en cambio se equivocaba y le había costado demasiado cara. Porque el mundo es de todos los niños que llegan a él, y para tenerlo no hay que pagar ni un céntimo; sólo hay que arremangarse, alargar las manos y tomarlo. 

Gianni Rodari  Cuentos por teléfono