Si el hombre pudiera decir lo que ama
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
El poema de Luis Cernuda titulado Si el hombre pudiera decir lo que ama, pertenece a su libro de poesía Los placeres prohibidos. Es uno de los más conocidos y emotivos poemas de amor. Cernuda habla de un deseo que sabe que es difícil que alguna vez llegue a cumplirse. Expresa con palabras llenas de melancolía lo que es para él el sentimiento amoroso. El amor es libertad, goce, es una utopía que ansía y persigue, es una manera de evadirse del mundo real.
Luis Cernuda ( Sevilla, 1902-México, 1963) su educación tuvo lugar en un ambiente rígido y religioso, desde pequeño se aficiona a la lectura que le sirve como evasión.
En 1925 publica sus primeros poemas en Revista de Occidente. Tras un viaje a Málaga, se traslada a Madrid, donde entabla amistad con Aleixandre y otros poetas. Pedro Salinas le consigue un puesto de lector de español en la Universidad de Tolouse, donde permanece hasta 1929. Es éste un período de aproximación al surrealismo.
En 1925 publica sus primeros poemas en Revista de Occidente. Tras un viaje a Málaga, se traslada a Madrid, donde entabla amistad con Aleixandre y otros poetas. Pedro Salinas le consigue un puesto de lector de español en la Universidad de Tolouse, donde permanece hasta 1929. Es éste un período de aproximación al surrealismo.
Vuelve a Madrid y se interesa por la política. Sus ideales eran conseguir una España culta, amante de la tradición, refinada y tolerante; para ello colabora en la Revista Octubre y participa en las Misiones pedagógicas.
Durante la guerra, apoya a la República. Tras la contienda civil no volverá nunca más a España. En la década de los cuarenta imparte lecciones de Lengua y Literatura españolas en Glasgow, Cambridge y Londres. Los años que pasó en Escocia fueron duros, pero muy fecundos.
En 1947 marcha a los Estados Unidos; en 1952 pasará a México, donde dará clases en la Universidad Autónoma, y donde se instalará, ya que era un país de su agrado y en donde se reafirma su imagen mítica del sur corno metáfora del paraíso.
En 1960 regresa a Estados Unidos, aunque los veranos los pasará en México, donde muere en 1963. Cernuda permaneció olvidado hasta la década de los sesenta, cuando reaparece como poeta-maestro para los poetas más jóvenes.
Muy influido por autores europeos como Eluard, Leopardi y Kavafis, a quienes lee y traduce con devoción en los momentos de desoladora soledad, en guerra o paz, Cernuda se vuelca en la literatura a través de una labor poética incesante combinada con la enseñanza de la literatura española en el extranjero. Su éxodo, unas veces voluntario y otras forzoso, le lleva de lector y profesor de español a diversas universidades: en 1928 Toulouse, desde 1939 Inglaterra (Cranleigh School, Universidad de Glasgow, Enmanuel College de Cambrigde), Estados Unidos (desde 1947 en Mount Holyoke, Universidad de California y otras) y México desde 1954.
Pero para Cernuda, que no sólo se empapó de los clásicos españoles y europeos, sino de la Antigüedad grecolatina (leyó a los presocráticos a través del libro de Burnett Early Greek Philosophy), el poeta ha de expresar ante todo la mayor y más trágica paradoja que se guarda en el alma del hombre, la contraposición entre la realidad y el deseo, una antítesis desdichada que marcará su concepción de la poesía hasta el punto de que, desde 1936, La realidad y el deseo servirá de título a toda su poesía hasta el momento.
La perfección se palpa en la obra de este gran poeta de la soledad. Su lucha íntima entre la realidad y el deseo preside todos sus versos.
Federico García Lorca expresó con estas palabras su admiración por la poesía de Cernuda.
"La Realidad y el Deseo me ha vencido con su perfección sin mácula, con su amorosa agonía encadenada, con su ira y sus piedras de sobra. Libro delicado y terrible al mismo tiempo como un clave pálido que manara hilos de sangre por el temblor de cada cuerda. No habría escritor en España, de la clase que sea, si es realmente escritor, manejador de palabras, que no quede admirado del encanto y refinamiento con que Luis Cernuda une los vocablos para crear un mundo poético propio".
Federico García Lorca
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
Federico García Lorca expresó con estas palabras su admiración por la poesía de Cernuda.
"La Realidad y el Deseo me ha vencido con su perfección sin mácula, con su amorosa agonía encadenada, con su ira y sus piedras de sobra. Libro delicado y terrible al mismo tiempo como un clave pálido que manara hilos de sangre por el temblor de cada cuerda. No habría escritor en España, de la clase que sea, si es realmente escritor, manejador de palabras, que no quede admirado del encanto y refinamiento con que Luis Cernuda une los vocablos para crear un mundo poético propio".
Federico García Lorca
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